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19 de febrero de 2014

Citas nevadas (II): Hasta luego, y gracias por el pescado

¡Buenas! La verdad, yo creo que ya podemos renombrar Sueños Nevados como El blog de Eleidhunita y la maceta decorativa que se hace llamar Elen. Nah, es broma. La cabecera mola demasiado como para molestarse en cambiarla (?)


La cosa es que hará cosa de un mes que terminé de leer este libro, pero no sé cómo hacer una reseña de él. Es decir, no sin deciros exactamente lo mismo que he escrito en el resto de reseñas de los libros: que son muy absurdos, que molan un montón y que deberíais leerlos una vez en la vida. 

Así que, en vez de repetirme más que el ajo, lo que voy a hacer es demostraros con una entrada de la sección Citas Nevadas lo guay que es el libro y los momentazos que tiene (igual os parecen muy largos. Igual sólo me hacen gracia a mí. Igual son los mejores fragmentos que veáis nunca. LEEDLOS). Además así hago algo en el blog, para variar, que siempre se lo dejo todo a Eleidhunita (?)


Pasó un Renault, y su conductor hizo complicadas y frenéticas señales a la figura que andaba trabajosamente, para indicarle que en circunstancias normales le habría encantado llevarla en su coche, pero que ahora no podría porque no iba en esa dirección, cualquiera que fuese, y que estaba seguro de que lo entendería. Terminó haciéndole una seña con los pulgares en alto, alegremente, como para comunicarle que esperaba que se encontrara estupendamente por tener frío y estar casi totalmente empapada, que le recogería la próxima vez que la viera.




Apareció un Ford Cortina y frenó.


Tambaleándose por la sorpresa, la figura se apretujó la bolsa contra el pecho y se apresuró hasta el coche, pero en el último momento el Cortina giró sus ruedas sobre la carretera húmeda y salió pitando con aire bastante divertido.

La figura aflojó el paso hasta detenerse y allí quedó, desalentada y perdida.



Dio la casualidad de que al día siguiente el conductor del Cortina fue al hospital a que le extirparan el apéndice, sólo que debido a una confusión más bien divertida el cirujano le amputó la pierna por error, y antes de que se preparara de nuevo la apendicectomía, la apendicitis se complicó, convirtiéndose en un divertido caso grave de peritonitis y, en cierto modo, se hizo justicia.




Casi bailando, se dirigió al frigorífico, encontró las tres cosas menos peludas que había, las puso en un plato y las miró con atención durante dos minutos. Como en ese período de tiempo no intentaron moverse, las llamó desayuno y se las comió. Así eliminaron una virulenta enfermedad espacial que, sin saberlo, había contraído Arthur unos días antes en los Pantanos de Gas de Flargathon, y que de otro modo habría matado a media población del Hemisferio Occidental, cegado a la otra mitad y vuelto psicóticos y estériles a todos los demás, así que la Tierra tuvo suerte en esa ocasión.




- La vida -sentenció- es como un pomelo.

- Eh. ¿Y cómo es eso?

- Pues es algo de color amarillo anaranjado con hoyuelos por fuera y húmedo y carnoso por dentro. También tiene pipas. ¡Ah! Y algunas personas toman medio para desayunar.




- Me temo que no podemos hacer comentarios sobre el nombre del Dios de la Lluvia en estos momentos; ahora le denominamos Meteorológico Fenómeno Espontáneo Paracausal.

- ¿Puede decirnos qué significa eso?

- No estoy completamente seguro. Vamos a ser francos. Si descubrimos algo que no entendemos, nos gusta denominarlo de un modo que no se pueda entender, ni siquiera pronunciar. O sea, que si nos limitamos a permitirles que le llamen Dios de la Lluvia, ello implica que ustedes saben algo que nosotros desconocemos, y me temo que eso no podemos permitirlo.
» No, primero tenemos que ponerle un nombre que sugiera que es nuestro, no de ustedes, y luego nos dedicamos a encontrar algún modo de demostrar que no es lo que ustedes dicen, sino lo que decimos nosotros.



Si se coge un par de David Bowies y se pone uno encima del otro, para luego unir otro David Bowie al extremo de cada uno de los brazos del primer David Bowie de arriba y envolver todo ello en un viejo albornoz, se tendrá algo que no se parecería nada a John Watson, pero que resultaría inquietantemene familiar a quienes le conocieran.



En Inglaterra persiste la sensación de que preparar un bocadillo interesante, atractivo o apetitoso es algo pecaminoso que sólo los extranjeros hacen. «Que sean secos», es la consigna oculta en alguna parte de la conciencia colectiva nacional, «que sean como de goma. Si queréis que los puñeteros bocadillos estén frescos, lavadlos una vez a la semana.»


Tomando bocadillos en los bares los sábados a la hora de comer, es como los británicos intentan expiar sus pecados nacionales, cualesquiera que sean. No tienen nada claro qué clase de pecados son, y tampoco quieren saberlo. Ese es el tipo de cosas que uno no quiere saber. Pero sean los que sean, quedan ampliamente purgados por los bocadillos que se obligan a comer.




- Sólo diez peniques cada una -dijo-, así que tal vez pueda comprar hasta dos. ¡Sin arruinarse!


Soltó una risita tintineante y luego un suspiro extrañamente prolongado. Evidentemente, el decir: «¡Sin arruinarse!» le había causado más placer que cualquier otra cosa desde que los soldados americanos estuvieron acantonados en su casa durante la guerra.




- Estas son las palabras que finalmente me convirtieron en el ermitaño que ahora soy, fue muy repentino. Las vi y supe lo que tenía que hacer.

El letrero decía: Sujete el palillo por la mitad. Humedezca con la boca el extremo puntiagudo. Intrúzcalo en el espacio interdental, conel extremo romo cerca de la encía. Muévalo suavemente de dentro a afuera.

- Me pareció -dijo Wonko el Cuerdo- que una civilización que hubiera perdido la cabeza hasta el punto de incluir una serie de instrucciones detalladas para utilizar un paquete de palillos de dientes ya no era una civilización en la que yo pudiera vivir y seguir cuerdo.



Oh, y esta cita no es tan absurda y divertida como las otras, pero me encanta:

- (...) el motivo por el que me hago llamar por mi nombre de infancia es para recordarme que un científico tiene que ser como un niño. Si ve algo, debe decir lo que es, tanto si se trata de lo que esperaba ver como si no. Primero, ver; luego, pensar; y después, comprobar. Pero siempre hay que ver primero. Si no, sólo se ve lo que uno espera ver. Muchos científicos lo olvidan. Luego les enseñaré algo para demostrarlo. Así que, la otra razón por la que me hago llamar Wonko el Cuerdo es para que la gente crea que estoy loco. Eso me permite decir lo que veo cuando lo veo. No se puede ser científico si a uno le importa que la gente piense que está loco.



Y dejo ya de torturaros con estas tonterías fuera de contexto que a mí me hacen reír cada vez que las leo. Pero sólo porque me canso de transcribir con una sóla mano mientras con la otra mantengo el libro abierto, que conste.

¿Qué os han parecido todas estas citas?


2 comentarios:

  1. ¡Realmente me encanta esta saga (o trilogia en cinco partes) a pesar de que es muuuy absurda es divertidísima y muy entretenida. Es una pena que apenas sea conocida, cualquier persona que le guste echarse unas risas le debería dar una oportunidad.

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    Respuestas
    1. ¿Verdad que es genial? Con lo poco conocida que es, y encima si te preguntan de qué va no sabes qué decir para que no se piense que es una chorrada... xD

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